jueves, 20 de octubre de 2011

Reencuentro

La semana pasada reencontré a un amigo. En una época anterior de mi vida fuimos vecinos. Siempre lo he considerado un sujeto genuinamente simpático. Le invité un café (yo estaba sólo), y comenzamos a ponernos al corriente con respecto a nuestras respectivas vidas. Me preguntó que qué hacía sólo en un café a las 11 pm, en un fin de semana. Con aire triunfal y ligeramente presuntuoso respondí: "Leyendo a Lacan", estúpidamente orgulloso de invertir una velada de fin de semana en un autor, que si bien me resulta sumamente seductor por su estilo de pensamiento, hasta cierto punto (y en esto los analistas no me dejarán mentir) indescifrable, en vez de contemplar una mirada, compartir un sitio, un espacio de convergencia con otro sujeto, yo, que precisamente me he visto obligado a escribir asfixiado en el naufragio de la ausencia...

Francamente una parte de mí deseaba continuar la lectura, sin embargo decidí abrir un espacio al otro.

A medida que la conversación se desarrollaba, caí en cuenta de mi completa ignorancia con respecto a este otro, del cual sólo tenía, en buena medida, una referencia imaginaria.

Por azares del inconsciente (que no hay otro tipo de azar en el sujeto) llegamos al espinoso tema de la religión. Me preguntaba cuál era la postura de los analistas con respecto a la religión , a lo cul refuté irónicamente que yo no era analista, aunque era mi más encumbrada meta, y que no podía conocer la postura de todos los analistas, ya que eso implicaría suponer un cierto saber acerca del otro, cosa que es totalmente contraria a la disciplina psicoanalítica. Sin embargo, - dije - personalmente he llegado a la conclusión de que Dios es el resultado de un constructo imaginario elaborado inconscientemente por cada sujeto para lidiar con la angustia implícita ante la incertidumbre del devenir de su propia existencia.

Recuerdo que hace tiempo, (antes de convertirme en un lector del psicoanálisis) al ser abordado por un par de cristianos, les pregunté estos qué características tenía Dios. Uno hizo énfasis en la fuerza (irónicamente era varón), la mujer hizo hincapié en la misericordia. De esto hace ya cinco años, aproximadamente, razón que excusa la vaguedad de mi referencia.

Volviéndo a la conversación entre mi amigo en el café y yo, al escuchar mi argumento, inferí cierto malestar en él, y al parecer no me equivoqué.

Muy amistosamente desarrolló los argumentos en los cuales él sustenta su creencia. Me dijo que Dios era omnisapiente, omnipresente, omnipotente... y que permitía el libre albedrío del hombre. Me remitió al Génesis, explicándome que Dios, al saber que su creación había caído en la tentación (y aquí resulta interesante recordar que la manzana simboliza el conocimiento) se halló en la paradoja de condenar a la serpiente o a Adán (por supuesto, junto con Eva). Me recordó también que Dios hizo a los hombres a su imagen y semejanza.

Dios, por supuesto, se decidió por la serpiente. Silencio

Por qué - pregunté - no condenó a Adán junto con Eva?

Francamente no recuerdo la respuesta.

Dije entonces, (y esta es la tesis central del escrito) creo que Dios no podía condenar a la pareja porque al hacerlo se condenaría a sí mismo. Dios hizo al hombre a imagen y semejanza suya. Por qué? Necesitaba un espejo para conocerse a sí mismo. (punto de partida del psiquimo humano), Dios, le dije, no es por lo tanto omnisapiente, ya que desconoce el corzón del hombre. Si fuera de otra manera no existiría el libre albedrío. Barrada la A, mi amigo alegó cansancio, y me retiré.

En cuanto apostamos por una relación más allá del imaginario, en cuanto sacrificamos la idealización en una búsqueda obsesiva por el conocimiento genuino (si se me permite el término) del otro, nos hallamos en un callejón sin salida, que no es otro que el del deseo.

Nos vemos. No nos sabemos. Nos vemos sin sabernos.

En nombre de la religión se han cometido las campañas más sangrientas de la humanidad... Cuando la religión aliena a los hombres a una ideología, cuando los devora... qué queda del hombre? Cuando sacrifica su propio discurso (que siempre, paradójicamente, es de Otro).

Recuerdo que me preguntó: "Es acaso que no quieres salvarte?? S en este momento tuvieras la oportunidad, sabiendo como sabes que el mundo se está yendo al carajo (el carajo es mío), y supieras que Cristo es el único camino para salvarte... no lo harías??"

"Lo que hago, lo que anhelo lleegar a hacer (a ser), a través del análisis, es saber porqué me estoy posicionando de cierta manera ante mi existencia. Si el trayecto del nacimiento a la muerte es efímero, lo único que ambiciono es lograr reconocer mi deseo. Prefiero por mucho una vida efímera y mortal, a través de la cual logre cierto saber acerca de mi condición de sujeto, que lograr una eternidad en la más completa ignorancia."

Con profundo respeto y aprecio para Abel

Me aterra la idea de volverme un Caín.

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