jueves, 11 de octubre de 2012

Lo horrible

Lo horrible Lo horrible es no saber ya que escribir ir vaciándose de besos y de voces fumar a deshoras hacer valer la chispa del insomnio Lo horrible es consumirse impunemente en la pira del tiempo para cegar la sombra que encarnamos relampagueante angustia fuego eterno Lo horrible es perpetuar era tras era el mismo desvarío sostener por semblante una quimera y por alma un vacío

lunes, 8 de octubre de 2012

El crepúsculo de los frívolos

Hace una semana establecí un contrato laboral con una relevante franquicia norteamericana que opera en la ciudad de Xalapa, y cuya sede radica en una plaza comercial que constituye por sí misma una referencia para la ciudad de las flores. En el contrato, yo, en calidad de ayudante general, asumía responsabilidades correlativas al título de mi puesto, por una jornada establecida de seis horas, por el módico salario de siete pesos con treinta centavos por hora laborada (los centavos son relativos). De aquí se descuenta vía nómina el pago por alimentación, pactado previamente con una empresa de la zona. Esto significa que. aún en caso de que decida negarme a alimentarme en esa sucursal previamente elegida pro el Otro, el descuento se efectúa. Mis compañeros son en su mayoría estudiantes, y, al igual que yo, aspiran una mejor calidad de vida. En este contexto, uno de ellos interpela a otro: Piensas quedarte aquí toda la vida? "No" - responde desdeñosamente el otro -. Este es el fantasma que recorre el diminuto espacio en el que nos desempeñamos:Es un "mientras tanto". Pregunté entonces, obviamente atraído por la conversación: "Sabes que la reforma laboral propuesta por el gabinete del presidente Calderón contempla, entre otras cosas, un sueldo aproximado de siete pesos por hora independientemente de tu profesión? Mi interlocutor se limitó a encogerse de hombros, lo cual fue interpretado por mí como: "el Otro se encargará, no es mi problema" (denegación mediante). Pregunté entonces a una compañera que nada había escuchado de la conversación narrada: "Sabes lo que es la plusvalía?" a lo cual respondió: "Algo relacionado con el dinero, con la ganancia, no sé muy bien". Terminando mi turno, un último compañero se dirige a mí con estas palabras: "Quisiera ser tú!" - refiriéndose a mi horario, ya que él tenía que cubrir dos horas más de producción a razón de siete pesos con centavos relativos por hora. Finalmente, en una casual conversación conjunta, emerge el clásico tema de la música, como una posibilidad imaginaria de establecer diferencias, rasgos narcisistas cuya única finalidad de fondo es salvaguardar una identidad ante la terrible alienación (en el sentido marxista) al endeble lugar ocupado en la línea de producción, ya que los puestos son rotativos, es decir, cada uno de nosotros es absolutamente reemplazable. En estas circunstancias, recurrí a un libro que hasta entonces no había tenido el coraje de leer: El Anticristo, de Nietzche, como un modo de resistencia a las condiciones en que me desempeñaba. Busqué un sitio, una vez terminado mi turno, dentro del mismo centro comercial, guiándome por un alegre y confortable piano, dispuesto a iniciar mi lectura. Hallé una bóveda celeste de tal perfección y un excelso pianista... ausente!! Francamente la sensación que me embargó no podría describirse de otro modo que ominosa, tomando el significante en el sentido propiamente freudiano. Qué clase de cultura es aquélla con la capacidad para prescindir del cielo? Qué clase de hombres capaces de gozar de un reproductor musical tan anticuado? Seria más franco un cuarteto de grises bocinas. A compás del pianista, a la par del crepúsculo moderadamente luminoso, Nietsche resplandece, tensa las menguas cuerdas de mi lucidez. Siendo él mismo un incendio, prescinde del cielo, aborrece a sus contemporáneos. Qué terribles romanos, que crucificaron a Dios! Que terribles cristianos, que eternizaron a Dios! Qué terribles nosotros, que osamos prescindir del cielo, haciendo de él una pálida equivalencia sólo congruente con un deseo domesticado, decadente, mezquino, posmoderno! Definitivamente, si Nietzche logró prescindir de un sitio en el cielo, fue en un sentido opuesto! En estas circunstancias, una hora con Nietzche resulta un privilegio. Es un verdadero placer pagar el precio de mi deseo!!.